Comentario
Los orígenes del Reino de Ghana se remontan posiblemente al siglo IV cuando una dinastía blanca, de origen bereber, lo creó en la zona esteparia entre los ríos Níger y Senegal. Esta primera dinastía fue sucedida por la negra de los Sarakolé, hasta que en siglo VIII apareció el primer Imperio de Ghana.
Ghana es el nombre dado por los árabes al Imperio soninke de Wagadu, y que probablemente podría derivar de la deformación de la palabra árabe ghani, cuya significación sería riqueza.
Ghana desde el siglo VIII adquirió fama de tierra rica en oro y se convirtió en el principal depósito del oro sudanés que se extraía de los yacimientos aluviales, explotados por la población local en el marco de las estructuras familiares, durante la estación seca, tras los trabajos agrícolas.
Los orígenes de Ghana, como los de casi todos los demás pueblos, son confusos; investigadores como Bath y Delafosse sostienen que fue fundada por gente de raza blanca, hacia principios del siglo IV, pero mientras para el primero fue obra de los fulbé, para el segundo es obra de semitas judeo-sirios. Un jefe de los inmigrados, Kara, organizo el Estado que permaneció bajo su dinastía hasta el siglo VII, en que surgió una dinastía de negros Soninke, cuyo primer monarca fue Kaya-Magam. Los sucesores de este fueron los Sissé-Tunkara, que extendieron en gran manera el Imperio. El apogeo del imperio ghanés fue en el siglo X, cuando se venció a la confederación de bereberes Sanhaja y se tomó su capital, Awdagost, en 990. Después de esta victoria los límites de Ghana se extienden desde Tagant, al Oeste, hasta Tombuctú, al Este, y casi hasta Bamako, al Sur.
La capital del poderoso y rico imperio ghanés fue Kumbi Saleh (antigua Ghana) situada en la encrucijada del África negra y el mundo árabe. Kumbi Saleh se componía de dos aglomeraciones distantes entre sí unos 11 kilómetros: una, la musulmana o ciudad comercial, habitada por los mercaderes arabo-beréberes con una población de unos 20.000 habitantes; la otra era la ciudad de los soninke o ciudad del rey. Este alejamiento es interpretado como una muestra de desconfianza entre las dos culturas que convivían en el Imperio. La ciudad árabe, con sus doce mezquitas, era un claro exponente del poderío islámico, que presionaba sobre la cultura ancestral negra representada por una tecnología rudimentaria y unas construcciones tipo choza de techo redondo, destacando únicamente las más consistentes en donde vivía la corte del rey o tunka, nombre que se dio a los últimos y más poderosos soberanos. Los más famosos reyes fueron el tunka Menin y el tunka Beci, del siglo XI. Según al-Bakri, ambos soberanos eran tío y sobrino y la sucesión era matrilineal. El tunka ejercía los poderes políticos y religiosos que emanaban de su propia pertenencia legitima a la familia real. Un Consejo del tunka formado por numerosos dignatarios le asistía en los actos y decisiones oficiales en medio de un vestuario y ceremonial rico en colorido y en adornos de oro, que para muchos recordaba a la corte del Egipto faraónico. El tunka delegaba sus poderes en administradores locales representantes de los principales clanes territoriales que controlaban la situación política en las llamadas provincias imperiales. Mientras que en las provincias conquistadas la administración la ejercían gobernadores que daban cuenta directamente al rey.
La justicia era impartida por el tunka personalmente en los casos de litigios menores, pero en los grandes asuntos de Estado era asistido por jueces, que incluso podían ser musulmanes cuando afectaba intereses de dicha comunidad. Las sanciones eran muy rígidas, lo cual tranquilizaba a la comunidad islámica que se sentía arropada institucionalmente en sus tratos comerciales.
La economía del imperio de Ghana tenía dos aspectos muy diferenciados: por un lado, la agricultura y la ganadería de las que vivían la mayor parte de la población, y por otro, el comercio transahariano y las actividades artesanales. Desde el siglo VIII hasta el siglo XII el imperio de Ghana fue una especie de meta comercial a la que la gente iba a hacer fortuna en busca sobre todo de oro que después servía para acuñar los dinares de las dinastías islámicas del Africa mediterránea. Por otro lado el comercio de la sal y su monopolio por los reyes de Ghana fue la otra de las bases económicas de este imperio que controlaba su comercio con los países negros del Sur. Después del oro y la sal, Ghana proporcionaba al comercio transahariano esclavos, marfil y goma, y recibía a su vez del Norte, cobre, trigo y productos de lujo como perlas y vestidos.
En la época de su máximo esplendor Ghana llegó a contar, según las fuentes árabes, con un ejército de 200.000 hombres de los cuales 40.000 eran arqueros. Pero todas estas estructuras no pudieron contener el empuje de los almorávides que en 1076 ocuparon la capital rompiendo la unidad del imperio que a partir de entonces quedó seccionado en un Norte musulmán controlado por los almorávides y un Sur soninke en donde se habían refugiado los no musulmanes y que a su vez debido a sus riquezas auríferas fue conquistado por los reyes de Sosso hasta que en el siglo XIII pasó a formar parte del imperio de Malí.